Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1712
Legislatura: 1902-1903 (Cortes de 1901 a 1903)
Sesión: 5 de abril de 1902
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 3, 10-13
Tema: Presentación y programa del nuevo Gobierno

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Tengo el honor de presentar al Congreso de los Diputados el nuevo Gobierno, resultado de la última crisis ministerial, cuyo relato quisiera hacer tan lacónicamente como me lo permita la claridad que quiero dar a mis explicaciones y la sinceridad con que pienso exponerlas.

Desde el momento en que desapareció toda esperanza de transacción entre los individuos de la Comisión y los autores de las enmiendas en el asunto del Banco de España, nadie que haya pasado la vista por el Reglamento de nuestra Cámara, y que conozca algo nuestras costumbres parlamentarias, podía hacerse la ilusión de que el dictamen de la Comisión llegara a ser ley, aún después de pasar por un debate largo, enojoso, difícil para la mayoría y peligroso para las relaciones que entre la mayoría y las minorías deben existir en estos asuntos que no tienen nada de interés de partidos políticos, que son asuntos verdaderamente nacionales.

Pues bien; el Gobierno, queriendo evitar un debate tan infructuoso como inconveniente, acordó la suspensión de las sesiones, no sólo por evitar este debate, que podía ser hasta peligroso, sino también porque tenía la esperanza de que quizá en un pequeño interregno parlamentario pudiera venirse a una avenencia, que era imposible alcanzar una vez [10] comenzados los debates e interesados cada vez más en sus respectivos puntos de vista los combatientes de uno y otro lado. Acordó, pues, el Gobierno la suspensión de las sesiones de Cortes. Esta medida, como política, la aceptó el entonces Ministro de Hacienda, pero la consideró después de adoptada como un abandono, o por lo menos como un aplazamiento indefinido de su proyecto de ley, y presentó la dimisión con carácter irrevocable. Y aquí empieza a desarrollarse la crisis.

El Ministro de la Gobernación tenía presentada la suya por motivos de salud, aunque me había dejado en libertad de hacerla pública el día que yo quisiera y cuando creyera que había de producir la menor perturbación posible a la marcha del Ministerio, pero al ver la salida de su compañero el de Hacienda, el de la Gobernación insistió en su propósito y presentó también la dimisión con carácter irrevocable, y vacantes las dos carteras tan importantes como la cartera de Gobernación y la de Hacienda, los demás Ministros creyeron que facilitaban a S. M. la tarea de la provisión, dejándola un campo de acción más amplio, y presentaron también su dimisión, convirtiendo en total la crisis.

Así, en efecto, yo tuve la honra de presentar a S. M. la dimisión de todos los Ministros, incluso la mía.

S. M. entonces se dignó confiarme la formación de un Ministerio nuevo, pero de concentración. Yo tuve el honor de decir a S. M. que si la concentración se reducía a la unión de las fuerzas liberales y democráticas, y aún a la extensión de ellas aumentando los moldes y ensanchando los horizontes del partido liberal, con gratitud aceptaría el encargo y procuraría realizarlo, en cuanto mis fuerzas alcanzaran; pero que si, por el contrario, significaba la unión de todas las fuerzas que de distintas procedencias y con diversos propósitos existen en la política española fuera de los antiguos partidos, yo no podía aceptarlo. Y no podía aceptarlo, primero, porque me consideraba incapaz de realizarlo, y segundo, porque aunque me considerase capaz de realizarlo, yo no me atrevería a intentarlo, porque no lo creía conveniente.

No lo creía conveniente porque después de todo, la concentración, tal como se deseaba, no hubiera podido producir más que un Ministerio de coalición, que en estos momentos, y en todos, es siempre un Ministerio peligroso. Allí donde falta la unidad de propósitos, la armonía de acción, no puede haber ni la fuerza, ni el prestigio, ni la autoridad necesaria para gobernar, pero además consideraba yo que esa concentración iba contra los partidos antiguos, y entendí que eso por de pronto produciría una perturbación inmensa, y para un próximo porvenir grandísimos peligros.

Decliné, pues, el encargo que S. M. se había dignado confiarme, y discutiendo sobre la posibilidad o imposibilidad de un Ministerio de concentración, y discutiendo acerca de las consecuencias que un Ministerio de conciliación, si se pudiera formar, tendría, quedó S. M. en consultar sobre este extremo a los Presidentes de las Cámaras y a los jefes de partido y concluidas las consultas que S. M. se dignó creer convenientes, fui encargado otra vez de la formación del Ministerio, pero ya dentro de las fuerzas liberales y procurando nada más que llevar a él a algunas de las personas más importantes del partido liberal democrático.

Para corresponder a esta indicación de S. M. convoqué a una reunión a los Sres. Marqués de la Vega de Armijo, Montero Ríos, Moret, Canalejas y general Weyler, que yo consideré como el núcleo, digámoslo así, o como la base del Ministerio que pensaba ofrecer a S. M. Pero antes de ocuparnos de las personas, quise que nos ocupáramos de las ideas y hasta que no convinimos, pero de común acuerdo, con unánime acuerdo, en la cuestión de las ideas, no entramos para nada en la cuestión de las personas.

Afortunadamente, tras de un ligero debate, sumamente ligero, vinimos a un acuerdo unánime sobre la cuestión de las ideas, sobre la cuestión de los principios que habían de formar el programa de gobierno para que estos principios pudieran servir de organización al nuevo Gobierno; y cuando estuvimos de acuerdo en la cuestión de las ideas, entonces nos ocupamos de la cuestión de personas.

Pues bien; ni el Sr. Montero Ríos, que no asistió a estas Juntas por el estado de su salud entonces, ni el Sr. Marqués de la Vega de Armijo, que tampoco pudo asistir por razones atendibles, pudieron entrar en la combinación ministerial, aparte de lo cual estaban reservados para otros importantes puestos estos dos ilustres personajes.

Quedaban, pues, como base de la combinación que yo había pensado primero, los Sres. Moret, Canalejas y general Weyler, y ésta fue la base de la formación del Ministerio, sobre la cual constituí el que, como he dicho antes, tengo la honra de presentar al Congreso. (Muy bien.)

Claro es que no os voy a entretener en hablar de los individuos que le forman porque todos os son de antiguo conocidos y porque además creería molestar su modestia si me entretuviera en hacer relación de los merecimientos, también conocidos de todos vosotros, que tienen todos y cada uno de ellos, y de los servicios que han prestado a la Patria en las diversas esferas en que cada cual ha tenido que poner a prueba sus talentos y sus aptitudes. (Muy bien.)

Tampoco he de decir nada de los Ministros que, figurando en el anterior Ministerio, no han podido tener entrada en éste, como no sea para manifestarles mi gratitud por el apoyo, por la eficacia con que me han secundado en los diversos Departamentos que han tenido a su cuidado, y por el cariño y la estimación nunca interrumpidos que me han guardado, a pesar y en medio de las asperezas, de los disgustos, de las verdaderas molestias que ocasiona siempre la vida en el Poder, por más que sea por muchas equivocadamente muy ambicionada. Gracias, pues, a esos amigos, que si han dejado de ser compañeros míos de Gabinete, continúan siendo queridos amigos míos y fieles correligionarios.

He dicho que este Ministerio se constituyó poniéndose de acuerdo en las ideas antes de ponerse de acuerdo en las personas, y así se hizo; que cuando estuvimos conformes con los principios que creía yo que debían ser base del programa de Gobierno en estos momentos, es cuando esos principios sirvieron de fundamento a la organización del actual Ministerio; de modo que este programa de Gobierno, a cuyo cumplimiento vienen de antemano comprometidos todos y cada uno de los Ministros que le [11] forman, es como sigue. Pero yo voy a pedir permiso al Sr. Presidente, y se le voy a pedir también al congreso, para que me dejen leerle, porque las infidelidades de la memoria pudieran llevarme a inexactitudes en su contenido. (Muy bien.)

Dice así:

"El Gobierno de S. M., al tener el honor de presentarse ante las Cortes, propínese continuar la obra reformadora del Ministerio anterior y al efecto reproduce, salvo contadas excepciones, todos los importantes proyectos de ley pendientes de la aprobación de las Cámaras.

Respetando costumbres inveteradas, no compareció el Gobierno ante el Parlamento el día mismo de su constitución; pero redujo a límites extremos el interregno, ansioso de recabar la inmediata cooperación de las Cámaras en la obra legislativa, sin menoscabo del ejercicio de sus altas funciones fiscalizadoras. Para que ambos fines se logren simultáneamente, solicita el Gobierno el concurso de todas las representaciones parlamentarias, y aceptará desde luego la distribución de horas que estimen más práctica los Presidentes de ambas Cámaras.

A pesar de sus esfuerzos, no logró el anterior Gabinete ver aprobado el proyecto relativo a la circulación fiduciaria, parte integrante de un sistema de resoluciones sugeridas por la preocupación que inspira el estado de los cambios internacionales.

Asunto es éste de extraordinaria urgencia, a juicio del Gobierno, y por ello no sólo pretende que se le otorgue prelación sobre cualquier otro, sino que recogiendo las enseñanzas deducidas de los debates sustentados y de las enmiendas presentadas en la anterior legislatura, someterá sin pérdida de momento, al Congreso soluciones inspiradas por un criterio de conciliación que facilite el asentimiento del mayor número de voluntades.

Afirmó el Gobierno precedente y rectifica el actual, que los complejos problemas de derecho público, derecho privado y orden económico, suscitados por el amplio desarrollo de la asociación, para los diversos fines de la vida en las sociedades modernas, rebasan los estrechos moldes de la legislación actual, y exigen una ley orgánica, cuya aprobación considera el Gobierno como uno de sus capitales empeños.

Constituyose el actual Gabinete el mismo día en que venció el plazo establecido en el decreto de 19 de Septiembre, dictado en vista de resoluciones de Poderes extranjeros que hicieron prever un súbito acrecentamiento del ya excesivo desarrollo de las Órdenes monásticas de España.

Resuelto el Gobierno a mantener el decreto, acordó en el primero de sus Consejos recabar del Ministerio de Gracia y Justicia y de los Gobiernos de provincia diversos datos y los títulos de existencia legal referentes a todas las asociaciones no inscritas. Varias de éstas acataron ya los preceptos del decreto, que se aplicarán inmediatamente con todas sus indeclinables consecuencias a otro gran número de asociaciones cuya pasividad resulta notoriamente injustificada. Revisándose están en Consejo de Ministros las autorizaciones acordadas en una serie de Reales órdenes suscritas por gobernantes de diversos partidos en distintas épocas.

Tratándose de una ejecución estricta del Real decreto de 19 de Septiembre, parece innecesario declarar que el Gobierno se atiene a lo establecido en el art.2º de la ley de 30 de Junio de 1887, sobre cuya interpretación formuló la Secretaría de Estado de la Santa Sede reclamaciones recogidas por el Ministerio anterior con aquellos filiales respetos, compatibles siempre con la integridad de los derechos del Estado. En la actualidad se activa la tramitación de estas reclamaciones que las constantes prácticas internacionales sustraen por ahora al conocimiento de las Cámaras, a las que en sazón oportuna se comunicará también el resultado de las negociaciones entabladas para la reforma del presupuesto de obligaciones eclesiásticas.

Los proyectos referentes a huelgas y Consejos de conciliación acreditan que los problemas obreros preocuparon a los antecesores de los actuales Ministros. A tan importantísimas cuestiones, que ofrecen múltiples aspectos jurídicos, económicos y tributarios, dedicará el nuevo Gobierno preferente atención, creando, desde luego, en el Ministerio de Obras públicas, a semejanza de lo realizado en casi todas las demás naciones, un organismo de carácter técnico y permanente, que reciba las inspiraciones y escuche la demandas y consejos de patronos, obreros, estadistas y hombres de ciencia, ampliando la esfera de actividad en que hasta ahora se ha movido la Comisión de reformas sociales.

Sin que el Gobierno pretenda aventurarse con impaciencias peligrosas a redactar de momento un verdadero Código industrial, semejante a los de Alemania y Austria, propínese someter a las Cortes, entre otros proyectos protectores del obrero industrial y agrícola, aquellas disposiciones indispensables para ordenar jurídicamente el contrato de trabajo y garantir, por obra de una inspección prestigiosa, la eficacia de las leyes promulgadas.

Con toda la prudencia que demanda la situación financiera del Estado y la rudimentaria constitución de la hacienda municipal y provincial, estudiará el Gobierno transformaciones del impuesto de consumos y reformas del arancel, que reduzcan el costo hoy elevadísimo de las subsistencias, preocupándose de asegurar la eficacia de estos esfuerzos con diversas medidas gubernativas, y, sobre todo, mediante el impulso de la cooperación, freno eficaz contra los abusos de los intermediarios.

Asimismo, y como punto de partida de una reforma fundamental de los servicios públicos, propínese el Gobierno concertar la acción de los organismos que, dispersos por los Ministerios de Gracia y Justicia, Hacienda, Instrucción y Agricultura, preparan la descripción gráfica y las valoraciones de la propiedad territorial, presidiendo sus transformaciones tributarias y jurídicas. A un tiempo, pues el trabajo y la propiedad solicitan la atención del Gobierno, ansioso de vigorizar por la saludable disciplina del derecho esos dos grandes sillares de la organización social.

Fiel cumplidor el Gobierno del precepto legal, presentará a las Cortes, antes del 1º de Mayo, la razonada enumeración de las alteraciones que estima necesario introducir en el vigente presupuesto para que rija en el próximo año; procurando evitar se convierta en costumbre la previsora prórroga que sólo para casos excepcionales autoriza la Constitución del Estado, y remitiendo a proyectos complementarios las inaplazables reformas de servicios, que los sanos principios financieros y las buenas [12] prácticas parlamentarias aconsejan no englobar en el articulado de una ley de Presupuestos.

El Ministro de la Gobernación someterá en breve a las Cortes un proyecto de ley sobre Administración local, encaminado a garantir al Municipio el ejercicio íntegro de sus facultades privativas, sustrayéndole a la condición precaria en que hoy se halla, merced a intervenciones gubernativas y aún injerencias judiciales que vician y perturban la educación política del país. La nueva ley sustraerá a la competencia municipal funciones electorales, fiscales y de reclutamiento, que constituyen otros tantos apoyos para la funesta acción del caciquismo, quebrantan la disciplina del Estado, dividen, a veces, en castas alternativamente opresoras los bandos locales, y fomentando con frecuencia impurezas electorales, falsean el régimen representativo, cuyo enaltecimiento constituye un deber imperioso de los partidos gobernantes, y sugiere al gobierno, entre otras iniciativas, la de un proyecto de ley reformando el procedimiento electoral."

Estas declaraciones no se extiende, por juzgarlo innecesario, a otras importantes reformas ofrecidas en el último discurso de la Corona, para cuyo planteamiento demanda el Gobierno, seguro de obtenerlo, el sabio consejo y el patriótico concurso de los representantes de la Nación en Cortes.

He dicho. (Aplausos.)



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